sábado, 7 de abril de 2007

Siete de ocho

En el Bab Bou Jeloud los fassis (habitantes de Fez) se amontonan entre turistas y ropa colgada, entre baratijas y talladores de lápidas, entre manojos de menta y pollinos cargados con alforjas. La vida de la medina, de la Fez Vieja (de Fez El Bali), es abarrotada de día, mientras que por la noche se transforma en un precipicio al que hay que arrojarse si se quiere intuir apenas un fondo profundo, desconocido y peligroso.

El grupo se mueve despacio entre las montañas del Rif y el Atlas, entre el Atlas y las mesetas centrales, entre la meseta, que casi sería como la meseta castellana, y la costa, que casi sería como la costa malagueña. El grupo, unas veces doce o catorce, hoy ya sólo once, se mueve despacio, sin pretensiones, sólo saboreando, sólo dejándose llevar. Ceuta (Sebta), Chauen, Meknés, Azrou, Fez. Hoy Asilah. Mañana Ceuta otra vez, y ya casi estaremos en casa. De momento, por un día y medio, enclavados en la costa atlántica de medinas blancas y fortificaciones de piedra. Calles de cal que en la oscuridad de la noche siguen blancas mientras la soledad del laberinto de recodos envuelve al visitante extranjero que busca bebida, brebaje infiel de composición prohibida, en la periferia del suburbio, en el suburbio de la ciudad inmaculada, mientras el guía-amigo nos lleva, nos trae, nos dejamos llevar, nos seguimos zambullendo en el embrujo primigenio de los pueblos nuevos y antiguos, somos arrastrados a la necesidad de volver, de repetir, de profundizar, de seguir intimando con la tierra y con las gentes.

Hoy en Asilah. No ha dado tiempo a escribir más. El grupo se mueve como una serpiente caldeada por el sol del mediodía magrebí. Los detalles habrán de venir a la vuelta. Tendrán que esperar las empinadas calles azules de Chaouen; el cementerio de Meknés y una noche de circo espontáneo en El-Hadim; Jolitta, una ciudad sin calles, y un faux guide adolescente en Fez; los cedros que dibujan un paisaje suizo en pleno Atlas; una visión desde el malecón donde la luna recortada vigila un océano Atlántico bañado de África. Será mañana, o pasado mañana, o un día cercano. Pero será ya desde el otro lado de un escaso brazo de mar de catorce kilómetros que apenas acierta a separar un continente de otro. Con cuarenta millones de historias, distintas y próximas, diferentes y relacionadas, en cada una de sus orillas intrincadas e inabarcables, como el organismo palpitante de una medina marroquí.

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1 comentarios:

Blogger Esther ha dicho...

Exactamente sabio Julio, al regresar al hospi y preguntarme mis compañeros que tal el viaje?, que me llamó más la atención?, o que me gsutó más?, simplemente me quedé absorta sin saber, intentando dilucidar que podría encajar como repsuesta y cual fue mi sorpresa, que no lo logré. Me llamó poderosamnte la atención, pq tan sólo unos días antes, un amigo muy especial, me preguntó cual había sido el viaje que más me había gustado y desde lo mas profundo de mi ser contesté: "uno que realizé con la gente que más quiero en mi vida(sin desmerecer a nadie claro), a Thailandia con MI FAMILIA".
Sin duda quizá lo más complejo es que a raíz del regreso de este intercambio y vivencias de experiencias, de la dificultad de retomar la vida del día a día, donde es lícito deferirse, sin duda, cambiaría probablemnte aquella respuesta, basándome principalmente en una característica principal de este viaje en mi opinión definitoria: CONVIVENCIA O ENTENDIMIENTO ECUMÉNICO.
Un besazo!!

13 de abril de 2007, 21:20  

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